En septiembre, aprovechando las vacaciones de Fran decidimos hacer un viajecito a Irlanda. Yo ya había estado allí más veces, por lo que resultó bastante sencillo hacer un itinerario básico para los dos días que íbamos a estar en Dublín.
Nuestro avión salió de Madrid a las 10:35. Volábamos con Ryanair y coincidió justo en la época en la que empezaron a cancelar una media de 50 vuelos al día, por lo que hasta el último momento no tuvimos muy claro si podríamos volar o no. Llegamos al aeropuerto de Dublín (T1) a las 12:20.
Para los que no hayáis volado nunca a Dublín y queráis hacerlo, tenéis que saber que es bastante fácil moverse por el aeropuerto. Una vez que salís, justo en la puerta, podréis coger autobuses que os lleven directos al centro.
Yo siempre viajo con Aircoach, porque también viajaba con esta empresa para ir a Belfast y me resulta bastante cómodo, pero tenéis otras opciones. La línea de bus de Aircoach es la 700 y realiza bastantes paradas en el centro de la ciudad. Nosotros bajamos en O’Conell St. porque nos venía mejor para llegar al hotel y tardamos aproximadamente 20 minutos desde el aeropuerto. El precio del billete si lo cogéis en el aeropuerto es de 7€ por persona y trayecto, aunque si lo cogéis online os puede salir algo más barato.
Una vez llegamos al centro, nos fuimos directos al hotel a hacer el check-in. En esta ocasión nos decidimos por The Charles Stewart (Parnell Sq), típica casa convertida en hotel, céntrica, con baño propio en la habitación y bien de precio.
Son bastante estrictos con la hora de entrada, así que como no podíamos entrar hasta las 14.30, dejamos las maletas en consigna y nos fuimos a comer.
Como no teníamos mucho tiempo, apenas unos 45 minutos, entramos en Beshoff en O’Conell St. Es la típica franquicia de fish and chips en la que por 10€ te ponen un plato enorme de pescado con patatas y un refresco.
Cuando terminamos y antes de ir a hacer el check-in, nos acercamos a ver The Spire, la altísima escultura en forma de aguja tan representativa de la ciudad, que se encuentra en la misma calle.
Para este día teníamos planeada la visita a la Guinness Storehouse, así que como teníamos tiempo de sobra y están más o menos por la misma zona de la ciudad, decidimos ir dando un paseo por la orilla del Liffey hasta Phoenix Park. Si no os gusta andar o no tenéis tiempo, os recomendamos que cojáis transporte público hasta allí, pues el paseo es de más de 1 hora.
Tras un paseo muy agradable por Phoenix Park, estuvimos echando algunas fotos, pero en esta ocasión no tuvimos suerte de ver ciervos. Phoenix Park es enorme, se tarda bastante tiempo en verlo entero, por lo que no es recomendable si vais con prisas o tenéis poco tiempo.

A las 17.00 teníamos concertada la visita a la Guinness Storehouse. El precio de la entrada depende de la hora a la que vayáis y de la antelación con la que la saquéis, por lo que os recomendamos que lo panifiquéis bien y con tiempo (a nosotros nos costó 20€ por persona). La duración aproximada de la visita es de 2 horas, y durante ese tiempo puedes recorrer varias plantas en las que te enseñan todo el proceso de elaboración de la Guinness, os enseñaran a catarla y también podréis disfrutar de una buena pinta al final del recorrido, bien tirada por vosotros en la Guinness Academy, o bien servida en el bar que hay en el último piso, que es un mirador desde el que podréis ver todo Dublín.
Por supuesto, antes de la salida tienen una tienda enorme con todo tipo de productos. No son más caros que los que venden en el resto de tiendas, por lo que si queréis comprar algo no os quedéis con las ganas.


Acabada la visita, nos fuimos a tomar una pintas por la zona de Temple Bar y a disfrutar de un poco de música en directo. Es cierto que Temple Bar es quizás una de las zonas más caras para tomar una pinta, pero no puedes ir a Dublín y no disfrutar de ese ambientazo. El pub The Temple Bar es el más representativo y característico del barrio, pero siempre está hasta la bandera, por lo que os recomendamos que probéis algún otro.

Nosotros estuvimos en The Norseman y nos encantó, la música en directo fue increíble y había muchísimo ambiente. El precio de la pinta en este pub fue 6,50€.
Al día siguiente nos tocaba madrugar, así que no nos fuimos muy tarde al hotel. De camino cogimos algo para cenar y nos fuimos a descansar para estar frescos para el día siguiente.
…Continuará
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