Era nuestro último día. Nuestro avión salía a última hora de la tarde así que, como de costumbre, decidimos madrugar.
Nuestro plan para este día estaba claro: visitar El Vaticano (Museos Vaticanos, Capilla Sixtina y Basílica de San Pedro). Este fue el gran error del viaje, ya que las prisas en este tipo de visitas no son buenas. Os recomendamos que si tenéis intención de ir al Vaticano, dediquéis un día exclusivamente a ello (si al final os sobra tiempo, siempre podéis aprovecharlo para realizar otras visitas que no requieran hacer cola).
Reservamos con antelación la visita a los Museos Vaticanos a través de la web oficial. Te cobran una tasa por hacer la reserva anticipada, que junto con el precio de la entrada son 20€ por persona; tenéis opción de coger audio guía (bastante recomendable) por 7€ más por persona.
Teníamos hora a las 9:30 y la verdad es que no tuvimos que esperar mucho, porque la cola de las entradas anticipadas se mueve con bastante rapidez. Una vez dentro comenzamos la visita en el orden establecido.

Algunas salas nos motivaron más que otras, por lo que nos detuvimos un poco más. No cabe duda del impresionante patrimonio artístico que tienen.




Lo que más mereció la pena fue ver la Capilla Sixtina, pero está tan masificado que fue imposible contemplarla con tranquilidad y mucho menos hacer fotos, ya que no estaba permitido y no te quitaban los ojos de encima.
Tras esto, nuestra intención era entrar en la Basílica de San Pedro y contemplar las vistas, pero fue imposible. Había una cola de más de dos horas e íbamos con el tiempo bastante justo. Os recomendamos que esta visita la hagáis a primera hora de la mañana, puesto que no se puede reservar.
Nos fuimos al hotel a recoger las maletas y de camino a la estación dimos nuestro último paseo por Roma.
Para para comer nos decidimos por un restaurante de cocina tradicional italiana que nos habían recomendado, llamado «Al Viminale» (Piazza del Viminale, 3) y que está cerca de la estación de Termini. ¡Espectacular el tiramisú! La única pega (por poner alguna) es que no aceptan tarjetas de crédito.
Habiendo reparado el chasco de la Basílica de San Pedro con un buen postre italiano, nos marchamos de Roma con mejor sabor de boca y con muchas ganas de repetir el viaje, no próximamente pero sí en el futuro.
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